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Insomnio de junio

Una gélida brisa del agónico junio se explayó esa noche para espetar la nostalgia y despertar, de nuevo, al insomne que en mí dormía.

Una vuelta a los aullidos de los lobos que lo helaban cuando niño y el insomne, a un tiempo asustadizo y oscuro, arrastró los pasos hasta el balcón, ahí donde la brisa es resuello. Ventisca.

Me vi perplejo. Lobuno. Me miré mirando el cielo apenas alumbrado por la embriaguez de una luna contenida y arrogante. Me miré pensando en el lobo cobrizo de las pegatinas del álbum de Jet y, también, en el que imploraba al principito que lo embaucara, pero no ¡Claro que no! ¡No era un lobo! Era un zorro y no era un zorro la imagen que esculcaba para los aullidos ahhuu, aauuuuu.

Cuando el fulgor de la mezcolanza se fue apagando, volví en mí, volví en él; el insomne que me anunciaba la finitud de los nuevos sueños.

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